sábado, 17 de enero de 2015

Ese Sexto Sentido

Escribo como catarsis, como muchos de los que escriben. Para ordenar pensamientos, para que éstos cobren la importancia que tienen, para plasmar reflexiones..........y el reciente cese de la gerente de l'Àmbit d'Atenció Primaria de Barcelona ciudad bien merece una reflexión. Para saber a dónde vamos y de dónde venimos, pero sobre todo, para saber cómo hemos llegado hasta aquí.

¿Os acoráis cuando había profesionales con ojo clínico? es probable que éste término sea para muchos desconocido. Se decía que un profesional tenia ojo clínico cuando "acertaba en su diagnóstico " (fuera médico/a o enfermera/o, no voy a entrar en esta cansina lucha dialéctica, de poderes, de segregaciones), acertaba y punto. Y lo hacía como si un sexto sentido lo hubiera guiado, apoyándose claro está en una serie de pruebas diagnósticas que, en definitiva, no hacían más que  argumentar esa sospecha inicial que tenia.

Explica Eduard Punset que hay algo en el pensamiento humano, sin explicación científica, que hace que el hombre tenga sensaciones inexplicables, como un sexto sentido. Que esa intuición es esencial en la toma de decisiones y que no es del todo irracional, son atajos que escoge el cerebro para ser más eficaz. El proceso de elección se basa en una serie de reglas generales que el cerebro ha ido aprendiendo a lo largo de miles de años. Esas reglas forman parte de una especie de libro de instrucciones en el que se encuentran respuestas rápidas y precisas. http://www.redesparalaciencia.com/62/redes-4-la-intuicion-no-es-irracional

Intentando hacer un paralelismo, el buen clínico, intuye muchas veces el diagnóstico porque ya lo ha visto antes, en los libros, en otras exploraciones físicas o psíquicas, durante anamnesis minuciosas y detalladas. Ya lo ha visto antes porque básicamente ha mirado al paciente, lo ha observado, lo ha escuchado, le ha dedicado tiempo y en algún lugar de su inconsciente ha quedado una impronta por repetición que le hace tener esa intuición. En la actualidad, estamos más pendientes del ordenador, de que no se nos olvide "clickar" o pedir esto o aquello de lo que dependen nuestros objetivos, que a su vez dependen los del equipo, que a su vez dependen los del resto de la empresa para la que trabajamos, que a la vez..........., y en eso nos hemos convertido en una cadena de producción con un engranaje perfecto olvidando que trabajamos con personas y para personas. Y nos hartamos de pedir pruebas y mas pruebas que, claro está, siguen protocolos, que supuestamente responden a guías clínicas, guías que describen las intervenciones más eficientes, eficaces y efectivas para ésta o aquella patología. Y en todo este berenjenal, se nos olvida muchas veces mirar a la cara a nuestro paciente, y así, claro está, es muy difícil tener ojo clínico. 
No es que esté en contra de la tecnología ni de la evidencia científica, no sería muy inteligente por mi parte, ha contribuido a mejorar nuestra calidad de vida. Pero......¿no se han matado demasiadas veces moscas a cañonazos? ¿no se han alargado agonías que, a qué precio, han entrado a formar parte de la estadística de aquello que llamamos aumento de la esperanza de vida de nuestra sociedad?

!!Hay que recuperar el ojo clínico!! 
El ojo clínico, el sexto sentido y sobre todo........el sentido común.

Eran las 23,30 h. y tenía unas ganas tremendas de ir a cenar, esa era la hora en la que me tocaba bajar al comedor. Salí a la sala de espera con las 4-5 fichas que acababan de llegar, correspondientes a los susodichos 4-5 nuevos pacientes. Anotábamos en un margen de la ficha el motivo de la visita: dos fiebres, un mareo, una crisis de ansiedad ( "éste para psiquiatría que se ha colado en el triage de medicina, ahora llamo al camillero" pensé) y un cólico nefrítico ("le doy un bote y va haciendo pipí"). Los llamabas por el nombre y les mirabas a la cara, analizabas en pocos segundos su aspecto y decidías el nivel de gravedad para hacerlos pasar. Noche tras noche, creando impronta.

Sólo teníamos un box libre y pasé al paciente con mareos.

- Vaya quitándose la ropa y póngase esta bata por favor.
¡Por fin llegó mi compañero y podía ir a cenar!
- Joan, acabo de pasar a un señor al box 7, no tardes en ir a tomarle las constante que no tiene buena pinta, este tío se para- le dije, a la vez que miraba al adjunto de la guardia y le pedía que mejor se lo mirara él a este paciente.
Me lavé las manos, cogí mi bata y bajé a cenar. Al subir enseguida vi que el box 7 estaba vacío. Colgué la bata, me lavé las manos y el adjunto me miraba diciéndome:
- ¿Cómo lo sabías?
- ¿El qué?
- Que se iba a parar


- No lo sabía................sólo lo intuí.



sábado, 25 de octubre de 2014

La paciencia

En el mundo en que vivimos y con dos hijos adolescentes, una de las dotes que más agradezco haber adquirido a través de la profesión enfermera es la paciencia. La comida rápida, el tren de alta velocidad, la instantaneidad de las redes sociales, .............. un ritmo frenético que no ayuda a cultivarla en absoluto. Pero nosotras las enfermeras somos unas privilegiadas y os explicaré el por qué.
Porque hay que tener mucha paciencia con 21 años y con la sangre hirviéndote en las venas cuando pretendes que la Sra Maria con un hictus residual y un alzheimer evolucionado se acabe la sopa. Aprendes a tener paciencia cuando entras a trabajar el sábado por la tarde en la sala de medicina interna y, como es fin de semana, en lugar de las tres enfermeras y dos auxiliares que erais el viernes sois solo dos enfermeras y una auxiliar en plantilla aún cuando los pacientes son los mismos. Te alegras de haber tenido paciencia noche tras noche, al ofrecerle los mejores cuidados a aquel paciente en la U.C.I., con un mal pronóstico por el traumatismo craneal que sufría y que al fin al vigésimo día salió del coma. Y que deciros de la paciencia que se necesita para trabajar en la atención primaria con una población mayoritariamente inmigrante, con una barrera idiomática dificil de salvar, pero con unas necesidades de salud de las que no  puedes y no quieres dejar de ocuparte.
Doy gracias a todos ellos, por lo que me han enseñado, por hacerme crecer, porque quién mejor que ellos: los pacientes, para aprender lo que es la paciencia.

sábado, 4 de octubre de 2014

El violinista en el tejado

Llegaba tarde a clase, abrí sigilosamente la puerta del aula, entré y me senté intentando pasar desapercibida pero fue inútil, de fondo oí su voz que decía: " fijaos....siempre igual.....parece un violinista en el tejado.." Sus palabras se grabaron en mi cabeza y me han acompañado siempre. Demasiado a menudo he tenido esa sensación, la de un violinista en el tejado, fuera de lugar, como un pulpo en un garaje, sin entender la discrepancia con los otros.
Soy enfermera por la gracia de dios y muy a pesar de mi madre, quién cuando le anuncié mis intenciones enunció un tajante: .."""""es el disgusto más grande que me podías dar hija mía!!!!"""", sin dejar espacio a réplica o argumentación alguna por mi parte.
Después de casi 25 años ejerciendo la profesión creo que he entendido a qué se refería.
Cuando se publican encuestas sobre las profesiones que la sociedad reconoce como más necesarias, la enfermería aparece en los primeros puestos de la lista, sin embargo, cuando se les pregunta a los ciudadanos si aconsejarían a sus hijos a los hijos de sus amigos que se dedicaran a cuidar a las personas, la mayoría de ellos responden que no. Así pues, con el tiempo, he entendido la reacción de mi madre y la he aceptado.
La sociedad asocia el acto de cuidar a personas con sufrimiento, sacrificio, dolor, tristeza,............nada que una madre quiera para sus hijos.
El propósito de mi blog es explicar las muchísimas cosas buenas que me ha aportado y me aporta mi profesión y sobretodo, explicar todo lo que he aprendido de aquellas personas a las que he cuidado.