En el mundo en que vivimos y con dos hijos adolescentes, una de las dotes que más agradezco haber adquirido a través de la profesión enfermera es la paciencia. La comida rápida, el tren de alta velocidad, la instantaneidad de las redes sociales, .............. un ritmo frenético que no ayuda a cultivarla en absoluto. Pero nosotras las enfermeras somos unas privilegiadas y os explicaré el por qué.
Porque hay que tener mucha paciencia con 21 años y con la sangre hirviéndote en las venas cuando pretendes que la Sra Maria con un hictus residual y un alzheimer evolucionado se acabe la sopa. Aprendes a tener paciencia cuando entras a trabajar el sábado por la tarde en la sala de medicina interna y, como es fin de semana, en lugar de las tres enfermeras y dos auxiliares que erais el viernes sois solo dos enfermeras y una auxiliar en plantilla aún cuando los pacientes son los mismos. Te alegras de haber tenido paciencia noche tras noche, al ofrecerle los mejores cuidados a aquel paciente en la U.C.I., con un mal pronóstico por el traumatismo craneal que sufría y que al fin al vigésimo día salió del coma. Y que deciros de la paciencia que se necesita para trabajar en la atención primaria con una población mayoritariamente inmigrante, con una barrera idiomática dificil de salvar, pero con unas necesidades de salud de las que no puedes y no quieres dejar de ocuparte.
Doy gracias a todos ellos, por lo que me han enseñado, por hacerme crecer, porque quién mejor que ellos: los pacientes, para aprender lo que es la paciencia.
Y gracias a tu empeño en superarte a nivel personal y profesional cada día. Eso también hace que se vaya cultivando esa gran virtud que es la paciencia. ;)
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